La infección por el virus de la inmunodeficiencia felina es una enfermedad muy importante en los gatos de vida libre, la cual es producida por un retrovirus.
Dicha enfermedad afecta a las células del sistema inmunológico destruyéndolas o dañándolas, provocando un deterioro progresivo de la función inmunológica del gato. Los animales con FIV presentan un alto riesgo de desarrollar infecciones por otros virus, bacterias o parásitos.
La forma más común de transmisión del virus es a través del mordisco durante las peleas, lo cual hace que los machos sin castrar tengan un mayor riesgo de contagio y la prevalencia también se ve aumentada en gatos con acceso al exterior, gatos callejeros y extraviados.
Por lo tanto, el mordisco es el método de transmisión más importante, ya que la saliva del gato infectado contiene gran cantidad de virus y un solo mordisco puede desencadenar la transmisión de la infección.
Otras formas de infección menos comunes son el acicalamiento entre individuos de un mismo grupo social, compartir el bebedero o comedero y algunos animales se infectan durante la gestación o durante la lactancia. Se cree que la transmisión sexual no es importante y todavía no se sabe con total claridad si los parásitos hematófagos son capaces de transmitir la infección, por eso es bueno mantener un adecuado control de dichos parásitos.
Los signos de la enfermedad son muy inespecíficos. Se puede dividir en 3 fases distintas:
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Fase aguda: ocurre cuando el virus penetra en el organismo. Los animales suelen presentar fiebre, linfadenopatia y malestar general. Estos síntomas suelen ser transitorios y por lo tanto esta fase puede pasar desapercibida para el propietario.
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Fase de latencia: durante esta fase el animal no presenta ningún síntoma relacionado con la enfermedad. La duración de esta fase es muy variable y pueden pasar varios años antes de pasar a la siguiente fase.
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Fase crónica: se desarrolla una inmunodeficiencia similar al SIDA humano. Los síntomas que ocurren durante esta fase pueden estar causados por el mismos virus (fiebre, linfadenopatia, decaimiento y adelgazamiento), o bien por agentes secundarios (virus, bacterias…) que aprovechan la inmunodeficiencia para atacar al organismo provocando infecciones respiratorias, digestivas, etc.
Se trata de una enfermedad de evolución muy lenta. La mayoría de los animales tardan varios años en manifestar los síntomas, incluso hay individuos que fallecen de viejos sin manifestar la enfermedad.
Para el diagnóstico de la enfermedad contamos con varios sistemas de test, algunos de estos los podemos realizar en la clínica y existen otros disponibles en laboratorios especializados.
En la actualidad no hay tratamiento que produzca una remisión de una infección ya establecida. El principal objetivo del tratamiento para un gato con FIV es estabilizar al paciente y mantenerlo con una buena calidad de vida.
Una buena nutrición y manejo es esencial para mantener una adecuada salud de las gatos infectados que deben alimentarse con una dieta felina completa y nutricionalmente balanceada. Además, deben contar con un control parasitario adecuado y una buena vacunación rutinaria.
Es muy recomendable que los gatos infectados con FIV pasen revisiones veterinarias de forma semestral para detectar cambios en su estado de salud de forma temprana y además se aconseja un análisis de sangre anual para comprobar el hemograma. Así ante la detección de cualquier signo de enfermedad podemos instaurar un tratamiento inmediatamente.